lunes, 26 de noviembre de 2007

Esos curiosos dulces Tailandeses

Los Tailandeses siempre se quedaban sin postre. Y no porque fuesen malos. Todo lo contrario, si siempre se desvivían por ser muy simpáticos y encantador. No, sencillamente no tenían la tradición de tomar algo dulce al final de la comida. Y no estoy yo muy en desacuerdo con perder ese hábito. Porque aparte de por glotonería, no tengo muy claro para que sirve meterse un pelotazo de calorías al final de la comida...

Bueno, no es que los Tailandeses no fueran golosos. Les encantaba lo dulce, pero nada de tomarlo con las comidas. A ellos lo que les gustaba era comerlos a cualquier momento del día. Por tanto, por la calle había numerosas ocasiones de comprar dulces.


Algunos no eran muy diferentes de nuestros pasteles. Tal vez un poco más llamativos, y con una pasión especial por el merengue.

No solo "un poco más" llamativos, si no que exageradamente llamativos. Este ejemplo de cerditos con piscina y algo más es bastante recargado.


Otro pastel muy típico (al menos nos lo encontramos muchas veces) eran estas obleas con merengue y ralladura de coco coloreada.

Era bastante curiosa su preparación. En una plancha caliente y engrasada ponían pequeñas lenguas de una masa (bastante más densa que las de una crepe) y luego cubrían con un poco de merengue, y las notas de color era ralladura de coco con algo de color (y también aroma, porque cada color sabía un poco diferente).

Y después el toque para que quedasen con el aspecto final era doblarlos antes de salir, con lo que tomaban esta forma de pequeñas alpargatas.


Y para los que no les gusta el coco: aún más coco. Estas bolitas eran bolitas de azúcar. Y lo que está atrás, en el barreño, de color blanco, era leche de coco hirviento. El postre era la leche de coco caliente con las bolitas de azúcar. No se hasta que punto os parecerá delicioso...

Esta era otra combinación extraña de caliente y gelatinoso. En este caso lo blanquecino no es leche de coco: es leche de soja. Se les añadía a veces algún colorante, y luego se dejaban flotar en ellos todo tipo de figuras gelatinosas.

Como podéis ver en la foto, estas sopas dulces (es que llamarlos chucherías se hace un poco extraño) se vendían en bolsitas de plástico. Las bolitas con leche de coco también se metían luego en una bolsa de plástico. No es que sea ya el recipiente más conveniente que se me pueda ocurrir, pero es que teniendo en cuenta que el líquido estaba hirviendo, hacía doloroso el transportarlo, y nada fácil el consumirlo luego.

Otra de las cuestionables aficiones de los asiáticos. No, no me refiero al batido de los vasos rojos. Esas son nuestras bien conocidas fresas. Que aunque son mucho más exóticas para los Tailandeses (las frutas tropicales son exóticas para notroso, y para ellos son los frutos de climas templados).

Lo que si que ya es mucho más extraño es lo que está en el vaso negruzco. Eso es una hierba negra, que les encanta en Asia para tomar como gelatina de hierba. En este caso es la hierba sóla, para preparar un granizado.

Realmente esta hierba me parece una de las aficiones culinarias más cuestionables de esta parte del mundo: tiene un aspecto desagradable, un olor nada apetecible, y un sabor francamente extraño. Se supone que la planta es pariente de la menta, pero no se, el sabor para nada me ha recordado a la menta.


Estos pastelazos (no eran nada pequeños) estaban bien rellenos de miel, con lo que si no les envolvían con celofán como en este caso, te encontrabas con todas las avispas del vecindario visitando el puesto. Acompañadas por muchos Tai, porque les gustaban un rato.


En el norte de Tailandia descubrí uno de los postres más fascinantes de todos. Tal vez por su preparación. Y no era complicada especialmente. Sólo hacia falta una olla grande con agua hirviendo, y una pieza de muselina atada encima. Con esto se creaba una vaporera muy especial.
Luego se le vertía un chorro de leche de coco (a lo mejor con algo más, pero es que era bastante complicado comunicarse con los Tailandeses y no fui capaz de llegar al detalle de esto) formando un círculo como si fuese una filloa.

Pero no, no se iba a comer así. Conforme la emulsión comenzaba a solidificarse se cortaba en cruz, se le añadía un poco de azucar morena en el centro de cada cuarto y se enrollaban en forma de ravioli.

Sencillisimo y sofisticado al mismo tiempo, subtil y primitivo a la vez...


Esta vez en el sur de Tailandia, otra manera alternativa de cocinar con la leche de coco. En este caso, se trabaja con una plancha con pequeños huecos. La leche de coco se añade a cucharones y se van formando charquitos en cada uno de los huecos. Y (sorpresa curiosa para un postre) se rellenaba cada charquito con granos de maiz dulce.

Se deja un rato mientras se va tostando la parte exterior, pero la parte interna (en donde flotan los granos de maiz) se mantiene aún cremosa. Entonces se sacan de la plancha y se van poniendo las semiesferas para vender. Se venden por docenas, siempre a pares, porque para comerlas tenías que tomar las dos intentando que se formase una esfera.

Un sabor curioso pero muy adictivo. Eso sí, tenía su arte porque el interior era demasiado fluido y escurría al intentar comerlo de pie.

La verdad habría que escribir bastante por lo complicada de comer que era toda la comida de los mercadillos. Se ve que los Tailandeses tienen una habilidad especial de la que yo carezco para comer de pie en bolsas de plástico, o pequeños pasteles ardiendo o comida que se te escurre...


Otra tradición repostrera del sur de Tailandia eran los pastelitos para acompañar el café. Teniendo en cuenta que por allá son más dados al desayuno salado (sopas o arroz), los musulmanes que desayunaban un café y unos pastelillos de estos eran lo más parecido al desayuno español.

El desayuno consistía en pedir un café o un té y luego ir eligiendo alguno de los pasteles para ver que tal estaba. O bien eran de arroz (como el que está desenvuelto en la foto), o (otra vez) de leche de coco cuajada. A mi me gustaron bastante más los de arroz. La leche de coco que si bien esta bastante buena caliente, una fría ya no me gustaba mucho. (Aparte no me gustan demasiado la comida gelatinosa).


Pero la gran tradición del sur de Tailandia es el roti. En realidad parece que más bien es una influencia de Malaisia, pero ya solo de lo popular que es en toda Tailandia supongo que ya es un plato nacional como el que más. En este caso me refiero al roti como postre:

Como en el caso de esta foto, normalmente las mujeres que preparaban y vendían roti solian llevar chador, con lo que deduzco que es un plato típico de los musulmanes Tailandeses. El plato consistía en un pan plano (no era una filloa, si no que la masa tenía consistencia de pan) que se extendía en una plancha aceitada.

Una de las versiones clásicas (y de las favoritas de los turistas) era la rellena de banana. Consistía en un roti bastante grande que se rellenaba de platano cortado en laminas.

Y que se cerraba en forma cuadrada.


Otra versión alternativa aún más curiosa era esta que vi en el centro del país. La masa era de color verdoso. Según explicaba la cocinera, el color era porque era un roti de banana, pero puede que me lo explicase mal, porque a lo mejor se refería al relleno.

En cualquier caso, como en el roti tradicional, se le daba forma cuadrada también.

Pero la forma tradicional de preparar los roti era hacerlos más pequeños y no doblarlos antes de servirlos.

Si sois observadores os habréis fijado que en todas las fotos en las que se prepara el roti siempre hay a mano una lata abierta. Volved a revisar las fotos y os daréis cuenta.

Porque el roti dulce siempre se sirve con leche condensada:

Leche condensada como la que tomamos en España: azucarada.

De hecho comparten una afición con muchos españoles: el café bombón. Pues resulta que normalmente a los Tailandeses les gusta tomar tanto el café como el té mezclados con leche condensada. Si no te explicas bien, la verdad es que es lo que te van a dar.

Y para terminar este pequeño recorrido, que mejor que una imagen de un chico preparando café al estilo Tailandés. No me preguntéis porque es necesaria tanta aireación, pero lo cierto es que se pasó bien 5 minutos pasando continuamente el café de unas jaras a las otras. Total, no se para qué: porque el café sabía horrible. No se que especia le mezclan pero toma un sabor extrañísimo.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Las abuelas cocineras


(En el video una señora francesa nos explica como preparar Pain d'Epices)

Durante la Xantanza, Xesús nos comentó sobre un grupo de personas que se estaban dedicando a poner videos en YouTube de sus abuelas cocinando. Todas estos videos estan agrupados en la página: What's Cooking Grandma?

No deja de ser una idea original, pero no me veo yo convenciendo a mis abuelas para que participen en un video. Eso sí, recetas tendría de sobra para rodar...

IV BlogoXantanza: Allo e Aceite

Una vez más (y ya van 4) nos hemos vuelto a reunir un grupo de amigos para celebrar lo que llamamos Xantanza de BlogoGastrónomos. Xantanza por combinación de Xantar (comer) y Xuntanza (reunión), y BlogoGastrónomos porque somos un grupo de blogeros que les gusta escribir de Gastronomía. Y en esta ocasión me ha tocado ir a mi en representación de Laconada.

En esta ocasión hemos acudido a hacer visita al restaurante Allo e Aceite en Marín y a su cocinero, Pablo Romero. Y vayamos directamente con la excelente comida que nos preparó:

Entrantes


Zamburiñas con mahonesa de soja / Pastelitos de queso de cabra con miel
Zamburiñas con mahonesa de soja / Pastelitos de queso de cabra con miel

Croqueta de BAcalao Croqueta de chocos en su tinta
Croqueta de Bacalao / Croqueta de choco en su tinta

El plato más llamativo y original (y el que creo que todos conocíamos de anticipado) eran las croquetas de choco en su tinta (sepias pequeñitas en su tinta). Y lo cierto es que esta muy bueno y logrado. Me parecen bastante recomendables. En cambio las de bacalao ya no me entusiasmaron tanto. No me parecía que tuviesen mucho sabor y me hubiera gustado más si tuvieran tropezones de bacalao. Tengo que admitir que me gusta muy poco la besamel y todos los platos que lleven besamel. (No soy intolerante a la lactosa, si no tan sólo un poco intolerante). Con lo cual las únicas croquetas que me gustan algo son las que usan puré de patatas.

Me gustaron mucho (y eso que no tienen mucha historia) los pastelitos de queso de cabra con miel, pero sobre todo me llamó la atención la mahonesa de soja. Había oido hablar de que con soja se podía conseguir una salsa muy parecida a la mahonesa (pero sin huevo y baja en colesterol) y nunca la había podido probar. Creo que esto que probamos es eso mismo, y la verdad es que bien hecha esta muy sabrosa (eso sí, no sabe exactamente como una mahonesa de huevo, pero tampoco creo que haga falta).

Pescados

Cigalas con boletus Bogavante asado con arroz
Cigalas con setas (boletus) / Cola de bogavante asada con arroz

Se me hace raro tener que admitirlo, pero yo no soy mucho de marisco (marisco entendido como crustáceos). Así que no creo que sea el más apropiado para comparar estos platos. Como mucho daré mi punto de vista de outsider, que tambien tiene su gracia.
Y es curioso que sea yo tan poco dado al marisco, porque en Laconada hemos acabado teniendo una sección bastante extensa dedicada al bogavante. Y a lo mejor por eso, dio la casualidad de tener un plato de bogavante con arroz. Espero que mi foto haga bastante honor al plato, porque era muy bonito el juego entre el rojo vivísimo del bogavante y el color amarillento del arroz. A mi me pareció bueno el plato, aunque claro, ya he dicho que no soy experto en el tema.

Estando como estábamos en Marín, era obligatorio un plato de cigalas, cigalas de Marín. En este caso las cigalas estaban acompañadas por setas. Las cigalas estaban en su punto, poquitín hechas, pero no se, no me convenció mucho la combinación con las setas.


Jurel con pisto de cantharellus Merluza con grelos y sopa de cebolla
Jurel con pisto de cantharellus / Merluza con grelos y sopa de cebolla

Si la parte del marisco no me llama mucho, la parte del pescado la espero siempre con ansiedad. En este caso puede que mi predisposición pueda haber influido en mi opinión, pero la verdad no decepcionarte con algo del que esperas mucho quiere decir mucho y bueno.

El plato de jurel con pisto de cantharellus, puede que desagradase al ojo de algunos, porque el jurel parecía completamente crudo (y se notaba el color de la sangre). Pero a lo mejor me equivoco, pero creo que no estaba crudo. La carne eso sí, tenía todo el sabor del pescado pero un sabor suave. Por cierto ¿de que sería la espuma que tenía encima? No di identificado el sabor. (No puedo ocultar que soy gallego, menuda patada al castellano doy con la frase anterior).

Y mi plato favorito de la comida era la merluza con grelos y sopa de cebolla: La merluza sin defecto (y la piel riquísima) con una textura firme, sabor suave y deshaciéndose en lajas perfectas. Pero mejor aún la sorpresa del sabor suave y pleno de los grelos y esa ajada maravillosa. A ver, voy a insistir en la ajada... ¿cual será el secreto? ¿porque algo tan sencillo me supo tan bien? Sea como fuese, la combinación de todo el plato me encantó. Un hurra por el cocinero.

Carne

Carrilleras de cerdo ibérico con castaña a la vainilla
Carrilleras de cerdo ibérico con castaña a la vainilla

Bueno, que no se me enfade nadie, pero ¿que sería de un menú de degustación sin carrilleras?. Pues si, aquí había también carilleras. No me convenció mucho la combinación de la crema de castaña, dulce, con la carne de cerdo. No es que fuera mala, pero parecía que mi paladar quería otra cosa.

El hallazgo súper divertido fueron los granos de maiz frito (maizitos) que acompañaban el plato. ¡Que buena idea! Así me gusta: un toque gallego (¿no es típico el maíz de las Rías bajas?) y soprendente al mismo tiempo. No estaría mal usar más maíz en la cocina gallega.

Postres

Queso, membrillo y galleta Torrijas al horno con helado de vainilla
Queso Membrillo y galleta / Torrijas al horno con helado de vainilla

¿Con cual de los dos postres quedarme? Eran los dos tan buenos... ¡Pues quedemos con los dos! Tenían una cierta relación: eran una versión innovadora de un postre tradicional. Uno de ellos era un membrillo con queso pero hecho crema y compota y servido fresquito. Y el otro era una torrija evolucionada acompañada de un helado de vainilla espectacular. Todo un placer para los golosos que supongo que mientras estén viendo las fotos estarán deseando probarlos. (Aunque la foto del queso con membrillo no es especialmente clara, imaginaros que estaba buenísimo).

Gominolas de la casaTrufas de chocolate
Gominolas de la casa / Trufas de chocolate
Y aun tuvimos una última prueba del buen hacer del cocinero durante café: unas gominolas (no se de que sabor, vergüenza mía) y unas minúsculas trufitas de chocolate.

En resumen


Ha sido encantador poder encontrarme con los otros comensales, pero claro, esto ya es otra cosa. En cuanto a la comida me ha gustado mucho la manera en que Pablo trata el pescado, manteniendo su sabor y el punto (que a mi me gusta). Y me han convencido mucho algunos toques divertidos que pone en sus platos. Es que casi no le he visto defectos, a mi al menos me ha dejado encantado....


Y en cuanto al resto de los asistentes, podéis leer sus comentarios aquí:
Colineta · De Pinchos · Pantagruel, Supongo · Capítulo 0: Paparotas & Co · D54O · Another Cow Na Cociña · Matemáticas, Paladar y Fogones · La caja de los Hilos

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La India "casera"

La semana pasada tuve la oportunidad (me temo que irrepetible) de cenar buena y típica comida casera india. Gracias a mis compañeros de trabajo indios, justo los mismos con los que he ido al Tandoori Station o al Swagat. (Numerosas veces en estos últimos meses, con lo que a lo mejor debería ampliar la primera impresión que di de ellos, pero esto ya será otra historia).

Justo todo comenzó durante una cena en el Swagat. Aquel día uno de mis compañeros se atrevió a pedir el chicken phall, que se supone que es el plato más picante de la comida india (no esta mal saberlo). Lo divertido del caso es que el camarero insistiese en decirle a mi amigo que se lo pensase bien porque el plato era unlimited spicy (parecía no darse cuenta que estaba hablando con un compatriota, y que sabía de antemano a lo que se iba a encontrar). La broma se cerró, porque mi amigo se tomó todo el pollo con total tranquilidad, y ante nuestra pregunta de que si picaba tanto nos dijo: no, es como el curry que me preparo en casa.

De aquí quedamos en que un día iría a cenar con ellos (y probar ese curry picantísimo que preparan en casa).

Tenia yo interés en ver in situ como se preparan los platos para intentar repetirlos yo en casa, pero por desgracia, llegué tarde. Eso sí, llegué al momento en el que estaban preparando los Chapati. Pero ya sólo por eso mereció la pena.

Supongo que como todos los que hemos ido a un restaurante hindú nos hemos fijado en los diferentes tipos de panes planos que tienen, y sus diferentes nombres. Pero lo que no era consciente era que aparte de en cuanto al nombre y a los ingredientes, que también cada tipo de pan tiene un proceso de elaboración distinto.

El Chapati es un pan de trigo que se prepara a la plancha, sin nada de aceite. Tal como he visto, creo que se puede hacer fácilmente en casa, y esta buenísimo. (Fácil de hacer si no tienes una vitrocerámica o cocina de inducción, por lo que se verá después: hace falta una cocina de gas).

Los ingredientes son muy sencillos: harina de trigo, agua y sal. La harina de trigo tiene que ser de la menos refinada posible (de trigo duro sería perfecta, y la de repostería la peor para este pan).

Se amasa hasta tener una masa firme y que no se pegue a los dedos y se forman bolitas pequeñas (del tamaño de una nuez) y se dejan a reposar un rato.

Ahora llega la parte divertida del plato:


Amasando unos ChapatisCon cada bolita se hace una pequeña torta de menos de un palmo de diámetro.

Primero, preparando el Chapati sobre la sarténSe ponen en una plancha caliente al fuego (importante: sin aceite ni nada) primero por un lado y luego por el otro para que se tuesten (aproximadamente 2 minutos).

Paso final: inflando el Chapati directamente sobre el fuegoY entonces llega la magia. Se pone la tortita encima de un fogón (a fuego de gas) y plop la tortita se hincha como una bola. Entonces, se retira y se guarda. (Lo mejor es guardarlas en una cestita y cubrirlas con un trapo hasta el momento de servirlas). Aunque se hinchen un ratito al cocinarlas, al rato se vuelven planas y así se sirven. Pero este momento hinchado hace que la tortita se vuelva ligera.

Tienen un sabor muy neutro y son muy ligeritas con lo que valen para combinar con cualquier cosa, pero claro, los indios lo usan como acompañamiento de sus guisados (y como cubierto para comer los platos).

Y en esta cena acompañaban a los siguientes platos:

Un muy rico plato de Dal (así me dijeron que se llamaba pero debe ser más bien algún tipo de sambhar) :
De todas formas tienen todo el derecho en llamarlo Dal, porque es su ingrediente principal. En indio Dal es el nombre genérico para las lentejas. Y la India parece ser el paraíso de las lentejas (y las leguminosas en general) porque tienen muchísimas variedades. La de este caso eran Toor dal (pigeon peas en inglés). (Cosa no muy sorprendente, porque parece que esta variedad es la favorita de la zona de donde son mis amigos, el sudeste de India).

El plato consistía en una sopa muy cremosa y suave (con las leguminosas bien tiernitas). No era picante: no se si por deferencia a mi, o porque el plato en general es poco especiado. Tampoco me dieron la receta exacta, pero supongo que buscando en Internet cualquier receta que contenga "toor dal" el plato seguramente sea muy similar.

Pues eso, dos platos y ninguno de ellos era picante. El picante que me habían puesto de reto era pollo, tal como veis en la foto:
Curry de PolloUn guiso de pollo bien aderezado de guindillas (ya veis el tono que tiene). Para los Indios es un curry, pero voy a preferir llamarle guiso, porque los europeos seguimos llamando curry a unos polvos amarillentos, mientras que los indios usan este nombre para un tipo de plato. Y no tienen mucho que ver: de hecho este curry no llevaba nada de curry.

¿Y picaba? Picaba muchísimo. Más que el chicken phall. Puede que no mucho más, pero no me apetece hacer una comparación lado a lado, porque aquello abrasaba. Me lo tomé pero sufrí un rato. Pero no estaba malo el maldito. Tenía su saborcillo fresco. Por cierto, para que se vea como son los indios y su estomago de hierro, mientras yo me esforzaba para tomarlo, ellos le añadían por encima cucharadas de puré de guindilla pura, como si no picase ya bastante. ¡Menudos chicos!

lunes, 12 de noviembre de 2007

'Comer Fuera' en Tailandia

La típica expresión de "ir a comer fuera" para cuando se va a comer a un restaurante, en Tailandia aún tiene más sentido: porque normalmente se come "fuera". Id est: en la calle.

Restaurantes en la calle de Tailandia

Cocina de brasas TailandesaPorque por allá, las aceras y demás espacios públicos, parecían tener como función principal la de servir para colocar todo tipo de tenderetes y puestos de comida callejera. Un par de ollas (si la especialidad eran sopas), o un wok (si eran los salteados), unos cajones con carbón vegetal (si eran brochetas), o una torre de vaporeras (si preparaban productos al vapor). Unas cuantas cajas de poliuretano, o una nevera portátil para mantener fresco la carne o el pescado, las verduras a la vista del público, unas par de mesas minúsculas, unos taburetes de plástico. Más que la habilidad de cocinar parecia que lo fascinante era ver como habían conseguido montar el puesto que era más cercano a una cacharrería que a algo que sirviese para cocinar.



Chiringuito para cenar en la calle en Chiang MaiY por las noches... Pues se organizaban los llamados mercados nocturnos. Que la verdad tampoco se justificaban mucho el nombre, porque más bien eran concentraciones de furanchos y tenderetes donde comprar la cena. En este caso el encanto del bricolaje chapucero se combinaba con comer (en una de estas mesas ridículas y en unos incómodos taburetes) en tinieblas (porque no todas las calles estaban especialmente bien iluminadas).

A pesar de mis comentarios, un poco sarcásticos (como no puedo evitar ser), para nada me desagradaban todo este tipo de sitios. Todo lo contrario, entusiasmado quedaba mirándolos. Y con más ganas incluso me apuntaba a comer en ellos. Tampoco es que me causaran ningún tipo de temor o desconfianza en cuanto a su higiene. Y tanto peligro no deben suponer, porque yo he salido sin hambre y en muy buen estado de todas las pruebas.

De hecho tengo dos buenas razones para recomendar el comer en estos tenderetes:
  1. Los simpáticos Tai lo hacían. A ellos les parecía entusiasmar comer en la calle. En los puestos callejeros más exitosos claro. Por eso yo me cuidaba de escoger los que más gente tuviesen sentada (incluso aunque tuviese que esperar un poco). Imaginaba que la comida estaría mejor.
  2. Mientras que en los restaurantes te venían casi siempre con el mismo menú, en estos puestos podías ver a la gente comer cosas bastante raras. De hecho algunas de mis mejores experiencias culinarias era señalar 2 o 3 platos que estaban preparando para otros (y de los que no sabía ni que eran) y pedir que me preparasen lo mismo. Entre la divertida experiencia de intentar hacerte entender por gestos, el hecho de no saber muy bien que estabas comiendo, y tener seguro que estabas comiendo comida parecida a la que los propios Tai, merecía mucho la pena.
Restaurante en Pak KhlongY cuando no se trataba de un tenderete en la calle, la mayoría de los restaurantes Tailandeses, tampoco eran mucho más sofisticados. Habitualmente se trataba de un bajo con unos cuantos pósters o fotos, y casi tradicionalmente con la cocina a la entrada del bajo (de hecho normalmente estaba en la calle molestando a los transeúntes). Imagino que la idea era que vieses la comida antes de decidirte a entrar. O también sería para evitar que el calor de la cocina subiese la temperatura aún más de la zona del comedor (porque la ventilación del local solía ser inexistente). Una vez más el criterio era (aparte de los simpáticos que pareciesen los trabajadores del restaurante) la cantidad de Tailandeses que estuvieran en el local.

En general, en casi todos estos restaurantes el placer era casi más que el comer, ver como iban preparando la comida a tu vista. La cocina Tailandesa, si algo tiene de bueno, es la cantidad de verduras, frutas y hierbas frescas que utiliza. Por tanto, podías ver como los cocineros troceaban, pelaban y picaban los condimentos de tu plato delante tuya. El hecho de usar condimentos frescos hacía que la comida tuviese un sabor fresquísimo y fascinante.

Por supuesto, aparte de todos estos restaurantes (los más comunes) tambien había restaurantes tal como los tenemos en occidente o cadenas de fast food (las que nosotros conocemos y las suyas propias). Pero a mi no me llamaban nada la atención, así que será otro el que os cuente sobre ellos.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Tailandia Abrasadora

Una de las características que hace encantadores a los Tailandeses es su simpatía y su guasa natural. Así que cuando un farang se atrevía a pedir un plato picante, siempre te preguntaban riendo "Spicy?" (por la cortesía de evitar que te llevases una mala sopresa y con la malicia de ver si te atrevias). Yo por supuesto (y lamentandolo a veces) siempre respondía: "Very Spicy, Please". De esta inconsciencia mía puedo hacer la siguiente lista:

Los platos más picantes de Tailandia

Som Tam Primer puesto:
Soprendentemente, los platos más bestialmente picantes son las aparentemente inocentes ensaladas: las Yam (Thai: ยำ) . El concepto Tailandés de ensalada es un plato ácido (zumo de lima), picante (guindillas) y muchas veces templado (se le añade carne caliente). Esta de la foto es la famosa ensalada de papaya verde (Som Tam). Esta ensalada era ya bastante abrasadora. Pero del verdadero reto que superé no tengo documento gráfico: una ensalada de ternera (Yam Nua Yang) que dolía en la boca al intentar masticarla. Lo diferente del picante es que se usase guindilla fresca, con lo que el picante era puro y pungente, pero al mismo tiempo fresco y afrutado. Para mi un descubrimiento personal: nunca se me había ocurrido usar pimientos tan picantes frescos (Hasta el momento lo más cercano a esto eran las guindillas, jalapeños o pimientos húngaros encurtidos, pero nadie parecía atreverse a meterles el diente frescos).

Kaeng Som PlaSegundo puesto:
Ni el curry rojo, ni el curry verde. El verdadero peligro viene del sur de Tailandia: el curry naranja (Kaeng Som Pla). La gente no se aclara de cual de los dos curries es más picante si el verde o el rojo (a mi me parece que más el verde, pero es una opinión personal). En realidad da lo mismo, porque el Kaeng Som Pla supera a cualquiera con creces. Tiene un sabor engañosamente fresco y afrutado (ácido por la lima, amarillo por la cúrcuma,dulce por la papaya y la piña), pero cuando te das cuenta ya no tienes remedio: lleva tal cantidad de cayena que no hay manera de sacar el picor de la boca. Aparte, imagino yo por la manera de preparación, en una cocción lenta, el picante se vuelve especialmente persistente. De hecho tengo que admitir que este curry pudo conmigo. Me dejó el estomago para el arrastre. (Eso sí, apenas medio día. Al día siguiente ya esta de nuevo dandole al "spicy").

Pla Muek Pad GapraoTercer puesto:
Según mi opinión personal, el tercer plato más picante es el clásico salteado de chiles con albahaca fresca (Pad Ga Prao). Cualquier menú tailandés tiene algún plato que contiene en el nombre estas 3 palabras: puede ser pollo, ternerna, cerdo, gambas o calamares. En esta foto eran unos calamares con hojas de albahaca (albahaca tailandesa, que tiene su sabor peculiar, pero ya investigaré si se puede sustituir con la europea) y unas guindillas tailandesas, para dar su sabor abrasador. ¡Cielos como picaba! Pero era un picor agradable, fresco y que no dejaba malos recuerdos. Por tanto estos calamares con albahaca y guindillas son uno de mis mejores recuerdos de Tailandia. Seguramente uno de los platos más sencillos que haya probado en el viaje (y tal vez por eso su encanto) , en el restaurante minimamente sofisticado: fogón en el jardín de una casa de madera y una mesa de formica al lado, un señor que no sabía más que tres palabras en inglés (y se ve que no sabía "spicy" porque no me lo preguntó) y su mujer preparando mis calamares mientras se reía (anticipando la sorpresa que me iba a llevar cuando los probase). Eso sí, señora, mereció la pena correr el riesgo. ¡Que buenos!