Metro: Antón Martín
Mapa: Google Maps
Hace algún tiempo que en Madrid se están poniendo muy de moda los "gastrobares". La primera vez que escuché la palabra fue cuando abrió El Plató de Pedro Larumbe, y me quedé con la idea de que un "gastrobar" era un bar de diseño donde ir a beberse un gin-tonic y tomarse una tapa firmada por un cocinero conocido. El concepto funcionó bastante bien, y se convirtió en algo masivo cuando en los bajos del NH Paseo del Prado abrió el Estado Puro de Paco Roncero.
Aún aceptando la idea de que a este tipo de sitios se va a descubrir nuevos sabores y no estrictamente a comer, la verdad es que después de visitar el Estado Puro me quedé un poco decepcionado. La carta es variada e imaginativa... de una forma bastante conservadora. Varios platos son versiones de otros cocineros (por ejemplo la "Tortilla Siglo XXI") y en general no me pareció que la carta tuviese nada ni la mitad de sorprendente que los pinchos del Sagartoki en Vitoria, por nombrar un clásico de la tapa. Y es un sitio bastante caro.
Un día, dando un paseo por la Plaza de Santa Ana en Madrid, vimos un nuevo local en los bajos de un hotel bastante "chic" como es el Room Mate Alicia. Decoración modernita, menú a base de tapas y carta de vinos: "pues sí que está pegando esto de los gastrobares". De todas formas, el sitio parecía agradable y tranquilo y teníamos curiosidad por varias tapas del menú, así que entramos.
Como aperitivo nos sirvieron unos chupitos de salmorejo de remolacha con huevas de arenque (es un pincho que está incluido en la carta), con un sabor tal vez demasiado fuerte para nuestro gusto:
y una tostada con espuma de alioli, con una textura muy sugerente y un sabor delicado, muy sorprendente.
A continuación pedimos el totopo de cochinita pibil con guacamole, una receta muy conseguida y muy parecida a la original mexicana:
También nos animamos a pedir la sugerencia del día, los hot dogs DisTintos. Se trataba de unas salchichas con salsa de mostaza y tomate envueltas en un wrap y servidas con patatas fritas. Esta tapa, siendo muy sencilla, me gustó mucho: las salchichas eran de buena calidad y no demasiado grasientas y la salsa tenía un punto picante muy agradable.
También pedimos una tortilla de patata y cebolla que para mí rozaba la perfección. Fijaos en la foto, la parte exterior de la tortilla está cuajada mientras que la parte interior está cremosa pero no líquida. Cada persona tiene su tortilla perfecta, pero a mí me gusta exactamente de esta manera.
En general quedamos muy satisfechos con todas las tapas (salvo tal vez con el gazpacho de remolacha, aunque es verdad que era lo más "arriesgado" que tomamos) ya que tanto la presentación como el sabor eran excelentes.
El precio pasó un poco de los 30€ por un par de cervezas, las tapas que hemos comentado, un trozo de tarta para compartir y un café, que sin ser barato es muy competitivo cuando se compara con otros establecimientos por el estilo. Ah, e incluye un local muy cuidado, un trato agradable y una atención que en todo momento fue excelente, algo que siempre es de agradecer.
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